martes, 11 de noviembre de 2014

Pacto con Ventana

Hace muchas lunas que no aparezco por aquí, el blog un tanto olvidado pero nunca perdido, esperaba por esta entrada escrita el pasado mes de marzo. Falta de conexión a internet y algunas otras cosas, propiciaron la demora, pero ya estamos aquí.


Tres temporadas fue el tiempo que duró el pacto con Ventana, al menos el que me tocó a mí. Estas líneas son un réquiem por el terreno que me hizo perdicero. “Dieciséis años tenía guapos años gallasperos” como dice la canción, y aunque aún no soy “descolado mueble  viejo” como dice otra, sería un honor colgar los hábitos en este terreno. Precioso coto de montaña que cae justo al otro lado del puerto, en tierras de León.


   Como de perdiz hablamos, no es que tenga mucha, pero si la suficiente para entretenerse, para sentirse cazador, porque cazar no siempre es matar, se es cazador por haber cazado.


lunes, 10 de noviembre de 2014


Aun quedaban rincones sin mirar y sendas que recorrer, pero no fue poco lo andado en pos de perdices y rebecos. Quedará grabado en la memoria mientras tenga memoria, y de memoria seguiré cazando allí, la mina, el montucu, el pradín, el morro…nombres que le dábamos a los cazaderos. Perdices duras, bravas, siempre difíciles, criadas al amparo de la madre Ubiña. Protegidas en prietos escobares, ponían a prueba al cazador y a sus perros, pocas le quitamos pero cuanto disfruté, porque cazar no siempre es matar, se es cazador por haber cazado.



Quedaran en el recuerdo las alboradas coronando el puerto, o ver al sol pintar de rosa y salmón las laderas nevadas de la montaña, despedido por el ulular del cárabo tempranero y el lejano y ronco ladrido del mastín del pastor. 


Escribiendo estas líneas, imagino las prímulas amarillas en los taludes y los primeros narcisos otra vez cubiertos de nieve, otra vez rubias y pardas lidiarán con los rigores invernales, y alguna más débil entregará su carne para beneficio de zorros, gatos, o garduñas. Los corzos y alguna venada pagara su tributo al lobo y posiblemente  algún jabalí de los pocos por suerte que tiene el coto.


No estaré este año cuando lleguen las primeras codornices buscando corzos. No veré florecer las gencianas del “montucu” en Julio, cuando buscaba el alivio de su sombra, ante el sol implacable del verano. No estarán marcándome el camino los días de otoño las siempre hermosas amanitas muscarias, ni la huella del lobo, ni la letrina del tejón, no, este año ya no toca amanecer aquí, y aunque la ilusión puesta en el nuevo cazadero no es poca, no impide que escriba con nostalgia, porque estuve muy a gusto allí, y no descarto volver.

    La apuesta nueva es alta, y la cantidad de perdiz mayor, pero como de perdiz hablamos, cazar no siempre es matar, cazador se es por haber cazado.