jueves, 11 de octubre de 2012

EL DÍA DE LAS PARDAS

Al acercarme empieza a guiar, unos pasos y muestra firme de nuevo, me acerco para intentar acariciarla para premiar su labor, pero la tensión de la muestra se trunca con el vuelo de las perdices, no las veo, pero salen sin cesar a unos metros de mí entre los piornos, son pardas. Lleno un sobre con las plumas que puedo recoger, acaricio a la perra y le doy agua. Se vieron nueve quizá fueran más, un buen bando en cualquier caso.
  La parda a lo largo del tiempo ve reducirse su área de dispersión, por razones que desconozco, sigue criando bien en zonas con altura sufuciente,zonas que aún conservan algo de lo que ya carecen otros territorios que antaño las albergaban y no sabemos qué, algo similar a lo que le ocurre al gallo, pero en cualquier caso Alma cazó muy bien.Con un brillo especial en mis pupilas ajusticio un plátano y un bocadillo de lomo que comparto con ella, se lo ganó con creces.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Centinelas del paraiso

Hacía un día hermoso, el monte vestía sus mejores galas, las hayas derrochaban colores, los serbales ofecen sus racimos de bayas rojas. Para no quedarse atras, las matas de arándano tienen el mismo color del hayedo, que va del rojo al verde, pasando por rosados, amarillos y ocres. Empieza a llover, una lluvia mansa que contrasta con  mi corazón aún excitado por el lance, que no tendría nada de especial si no fuera porque son sus primeros lances a perdices donde hace lo que hay que hacer.
  El sol convierte cada gota de lluvia en un brillante que cae del cielo, con tantos miles el arco iris no tarda en dibujarse en el cielo astur.
  Seguimos por una campera, que hace de collado, aquí la población de  liebres de piornal gozan de buena salud, seguimos la mano, alguna pluma va a parar a los sobres de muestra, en la cresta el peón parece fresco de nuevo. A lo lejos los Picos de Europa parecen centinelas y guardianes del paraiso que se estiende entre ellos y nosotros.
  Abajo un rebaño de rebecos nos contempla, contamos diecisiete, no hace mucho que se apagaron los bramidos de los venados cuyo celo decrece. Llegamos a una campera, un pequeño piornal se estiende por esta desparramándose ladera abajo. La Alma se piende entre los piornos y el campano para de sonar, la busco en la maraña vegetal colándome por un tunel que forma un camino y la encuentro "puesta".
Miro hacia abajo un estrecho cordón de la campera y casi se habia terminado cuando en un giro Alma quedó en muestra, me acerco despacio y empiezo la serie de fotos que ilustran estas lineas, ella da unos pasos y queda casi tapada entre las arandaneras, veo como bebe el viento, " mazcar" en el argot, disfruto el momento, me mira como queriendo advertirme de que algo hay entre ella y yo, de sopetón tres pardas ( perdix perdix ) arrancan delante de nosotros, Alma sorprendida sale tras ellas pero se tapan al momento en los brezos altos, al regresar muestra de nuevo pero no hay más, el tiempo y la experiencia le irán enseñando a diferenciar olores, con año y medio no se puede pedir más.
  se me antojan pocas, pero mis compañeros confirman que los rastros que hay en la ladera son de dos o tres perdices, las dejamos tranquilas y seguimos el itinerario prefijado.

Las primeras pardas de Alma del Falcorrio

Ya era de día, subiendo el puerto empezó a llover, el limpia parabrisas trabaja a velocidad corta como queriendo convencerme a mí mismo de que no era para tanto, aún así metí en la mochila una capa de agua, gorro de lana y un anorak, que aunque cala para el viento va bien. La mochila se hizo incómoda, sobre todo al principio con el litro y medio de agua para Alma, las escasas lluvias no han hecho que rompan las fuentes, y tal vez no se encuentre agua.
  La acusada pendiente hace que pronto empiece a sobrar la ropa. Ganada cierta altura, una ladera amplia de cayuna y arándano y otros tipos de brezo se extiende ante nosotros, las cuarcitas afloran en algunos puntos formando en el centro un pequeño canchal. Hay indicios de la presencia de las perdices, así me lo hace saber Alma con su rabeo alegre y enérgico, los excrementos "señales" en el argot del cazador, negros por la pulpa de los arándanos, salpican una pequeña campera que decido mirar entera pues el peón es fresco.